En el número 47-48 de la revista Educar(Nos), que -desde mi fortuito encuentro con José Luis Corzo- sigo con atención, se ofrece la traducción al castellano de la obra del maestro italiano.
Me entusiasma inmediatamente, con una inquietante coincidencia en opiniones y planteamientos globales. Su vía para el cambio, bien tramada y desarrollada, podría cimentar no sé si un nuevo modelo pero sí uno construido hoy a contracorriente, algo que se impone como absolutamente necesario, y dotado de algunas ideas más que punzantes.
Lo interpreto yo como uno de esos modelos keplerianos (que tanto me interesan), es decir, con dos centros: en este caso, uno en el ser humano, individual y social, y otro en la Naturaleza.
Un ser humano que escucha su cuerpo y escucha su entorno y bienvive conforme a un concepto plenamente integrador, más esencial, más natural, más sobrio, ya no en sino con una Tierra harta de ser maltratada.
Un hombre libre pero no irresponsable, en busca de una vía necesariamente otra para escapar del desastre capitalista (qué cabeza más mal empleada), que se pone a luchar en la misma dirección que la roca, el agua, el aire, el fuego.
Dice Gesualdi en sus primeras páginas:
"(...) los recursos se están agotando, el clima enloquece, las tensiones sociales se agravan. Para evitar volcar tenemos que pasar de la economía del crecimiento como objetivo principal a una economía del límite; de la economía del cowboy a la economía del astronauta; pero también de la economía de la seguridad, de la economía de la avaricia a la economía de los derechos. Podremos llamarla economía del buenvivir o economía del respeto, una economía justa, sostenible y solidaria, capaz de garantizar a todos una existencia digna en el respeto al planeta. Un camino que hay que emprender enseguida porque la doble crisis, ambiental y social, ya no nos deja más tiempo."
Yo ya me he puesto manos a la obra.